15.3.06

del placard de otro

paramique se socializa
el cheche (que por vago no se hace un blog) me mandó esto que paso a colgar:

VUELTA A CLASES

Ayer, con unos amigos, discutíamos sobre la educación que queríamos para nuestros hijos…

¿Pública, privada? ¿Qué hacer? ¿Dónde mandar a nuestros hijos?

Posturas sobre una y otra, vivencias de nosotros mismos sobre las unas y las otras. Que en la pública es difícil, que la situación de hoy no es la misma que cuando nosotros íbamos a clases. Que en la privada están mejor dotadas de materiales didácticos, mejores docentes acaso… No creo que no. Lo último no es totalmente así, hasta tal vez sea al contrario opinaban otros. Que la masividad de las escuelas públicas y ni que hablar de el tema de la droga en los liceos públicos. Que la escuela pública si pero que el liceo ni hablar, que iba a privado. Que esto y aquello, opiniones varias y válidas inclinando la balanza a un lado y otro.

Hoy mientras iba en el ómnibus casi vacío perdido con la mirada bajo alguna falda que se paseaba por la vereda, me interrumpe un niño del cuál no había advertido su presencia. Se había sentado a mi lado y parecía inquieto. Estábamos en la última fila de asientos detrás de la puerta para descender. Nunca acierto calculando la edad a esa edad que no se bien cual es, pero estaría terminando la escuela o comenzando el liceo; unos diez o doce años. Se lo notaba algo incómodo, nervioso hasta preocupado se podría concluir. Vestía el uniforme de un colegio del cual no distinguí pauta alguna que me pudiera decir cual era y mochila que dejaba descansar en el suelo. Entonces para terminar de aturdirme se dirige hacia mí con una pregunta totalmente inesperada que me costó entender hacia donde apuntaba en un principio.

- ¿Cuándo se abre la de adelante se abre también la de atrás? – sujeto omitido: la puerta. En un principio pensé que me preguntaba algo del tipo técnico más que de otra índole. Pensé en que podría estar observando el mecanismo no llegando a ninguna conclusión.

Entonces mi primera oración como esputándole algo tratando de ayudarlo fue

- No las puertas son independientes cada una se abre o cierra sin depender de la otra.

Ni bien había terminado de adelantarle tal novedad lo noté mas inquieto aún y desconcertado, entonces me aclaró y aclaré el sentido de la misma. El niño estaba previendo de que manera proceder en el momento que llegase el turno de bajarse; algo tan simple y tan necesario como eso.

- Pero, cuando tu quieras bajar no tienes más que tocar el timbre de la puerta – y señalándole el mismo, lo vi como lentamente se calmaba y se distendía tratando ahora si de disfrutar del viaje.

Ahora la inquietud y el sentido de desorientación parecía como si me lo hubiera pasado olímpicamente, desconcertándome por unanimidad.

Cuando bajé, a las pocas paradas me dije – no será de algún colegio para niños con capacidades diferentes o sería simplemente un niño el cuál recién estrenaba su mundo urbano.

No se que opción me causaba más tristeza, aunque la respuesta costara entenderla era clara.

Ahí entendí entonces de lo que hablábamos ayer, de la burbuja que crean los colegios privados sacándote de tu casa al colegio y de vuelta a tu casa en la bañadera o en el mejor de los casos en autos lujosos que tal vez nuestros hijos nunca tengan, ni nosotros sus padres tampoco, creando un micro cuento de hadas envueltos en una nube de irrealidad.

Como broche de oro cuando llego a casa y enciendo la radio un mensaje que estaba como esperando a contarme algo que había oído antes varias veces pero nunca lo había escuchado. Decía algo como “…los niños que concurren a una misma aula, vistiendo las mismas ropas, haciendo uso de los mismos derechos, compartiendo un mismo banco de la escuela pública, no conocen mas diferencias que la que surge de sus capacidades…”

La integración de la sociedad, la mixtura de razas y clases sociales.

Me vino el recuerdo entonces cuando con mis hermanos y compañeros de escuela tomábamos el ómnibus todas las mañanas y mediodías. Recordé también instantes de cuando estudiaba con los compañeros de facultad que venían de colegios privados y de cómo les costaba entender o aplicar cosas que no requerían de lo aprendido en los mismos propiamente dicho, sino que más bien de lo otro que subyace entre líneas y es el invocar el sentido común, cuan difícil se les hacía.

Fue como blanquear esa visión borrosa que me perturbaba desde ayer sobre la enseñanza pública o privada.

Hay cosas que se enseñan muy bien en colegios o escuelas públicas o privadas, las mejores condiciones se dan en una, sin lugar a duda; pero hay cosas que se aprenden solo en la otra… ¡No hay vuelta!

Cheche

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