1.9.05

Cuatro punto cinco

En el 94 junté firmas para que se plebiscitara un 4,5 del PBI para la educación. Le llegué a pedir la firma al divertido de Batlle, explicandole que ese monto era lo que recomendaba la UNESCO. Con un “no m´hijo” bastante aburrido me sacó arando, pero yo seguí en la mía, parando gente por la calle o tocando timbres, a veces sin tener que explicar mucho y otras discutiendo con gente que me decía que podía y quería pagarle la universidad a sus hijos.

Más allá de la cifra concreta y de que esta se estableciera en la constitución, lo que se manifestaba era la voluntad de que el país invirtiera en educación más de lo que invertía.

Lo de Batlle no me importó, pero me costó perdonar a Michelini por no apoyar el plebiscito, dejando al Frente solo y politizando una cuestión que en realidad, como muchos otros temas cortan a los partidos transversalmente.

El plebiscito, que se hizo conjuntamente con las elecciones no alcanzó la mitad de votos positivos, como si lo hizo otro referente a los ajustes de las jubilaciones. Mientras yo les votaba a los viejos su plebiscito ellos no apoyaban el mío. “Viejos putos” pensé.

En esas elecciones se presentaba por primera vez Tabaré Vazquez como candidato a la presidencia por el frente y ya prometía que aunque no saliera el plebiscito, el frente iba a mantener esa postura y otorgar el 4,5.

Desde ese momento en adelante, la “promesa electoral” se mantuvo.

Ayer a pocas horas de presentar el presupuesto quinquenal, el primero de la izquierda, se desató un terremoto político por este tema.

La verdad que la chupadera que me agarré fue mundial.

Yo puedo entender que Astori defienda su presupuesto, es más, me parece bárbaro que cada ministro, director, secretario o cualquier jerarca, trate de hacer su trabajo lo mejor posible y de la manera que mejor entienda, y si esto implica pelearse con algúno vamo´ arriba, pero: 1- hay temas que son más políticos que técnicos y 2- Astori es un político (aunque no uno de los más listos), y siempre estuvo a favor del aumento que hoy resiste. Sus 200.000 votos no serían tantos si no fuera así.

A Astori lo he defendido incluso de mi mismo, pero ayer lo hubiera colgado, porque el quilombo que armó no tiene ningún justificativo. Todos sabemos o creemos (incluso él) que parte de la estabilidad de la economía uruguaya descansa sobre su figura, por lo que su renuncia es una carta demasiado fuerte como para jugarla en cualquier momento y ante cualquier tema. Y este no era el momento ni el tema.

1 comentario:

krahd dijo...

Más cercano a volver y a reecontrarme, el hecho de volver a trabajar a la universidad, donde cada cosa cuesta lo que cuesta, donde todo es "nadar en dulcedeleche" y donde no hay un peso, me preocupa más.

Más allá del revuelo astoriano (que desde aquí, me entero poco y de rebote) apunta mi comentario a la queja, a la enunciación del desgaste, al aburrimiento conspicuo que implica una universidad que ignora sistemáticamente la dicotomía entre el concepto maracanezco de la educación uruguaya y la realidad: es un enorme aparato sostenido como hobby por un montón de docentes.

De eso se trata, la esquizofrenia básica: icompatibilidad entre un instituto científico y el centro de hobbies de varios ingenieros (en mi caso). Y si bien lo obvio: la guita no lo soluciona todo, es condición necesaria.